Encuentro con Tranvía Teatro

El sábado 14 de diciembre tuvo lugar a lo largo de la mañana el primer Encuentro con autores convocado por la Sala Guirigai en Los Santos de Maimona, un foro de reflexión sobre la actividad teatral desde el punto de vista de sus propios creadores, que departen con el público asistente sobre su trabajo. Los actores invitados a este primer Encuentro han sido Mariano Alós y Miguel Pardo con ocasión de escenificar El rey Lear en la Sala Guirigai. Los actores junto con los asistentes generaron una conversación cuya síntesis publicamos y que constituye el primer capítulo de una odisea compuesta de sucesivas Crónicas de Ulises que publicaremos a lo largo del 2014, una iniciativa pionera con la que la Sala Guirigai, junto a nuestra revista Madreselva, pretendemos enriquecer el debate sobre el actual panorama escénico español, bastante necesitado de diálogo hoy y siempre.      

Teatro puro, de texto, de autor y de actor… diversas formas de definir un espectáculo como ‘Sigue la tormenta’, de la compañía aragonesa Tranvía Teatro, que ha cumplido como anillo al dedo las expectativas de un espacio escénico como la sala Guirigai de Los Santos, en la que los espectadores estamos acostumbrados a que el arte dramático y sus creadores nos inciten al saludable ejercicio de enfrentarnos a nuestras propias contradicciones; una sala a la que también exigimos nuestro derecho a la reflexión colectiva, a defender con honestidad intelectual interpretaciones alternativas verosímiles a la pulcra mediocridad en la que pretenden instalarnos los mercaderes que controlan nuestra sociedad y nuestra historia. Teatro puro, sí, pero no solo de texto y de autor, sino también de empresario y de espectador; teatro que proyecta desde la periferia y la libertad su vocación de inconformismo, su apuesta por el rigor profesional y la independencia. Así podríamos definir la experiencia que hemos tenido la fortuna de compartir este pasado fin de semana con las dos representaciones de la Compañía Tranvía Teatro, procedente de la sala Teatro de la Estación de Zaragoza.

‘Sigue la tormenta’, del dramaturgo francés Enzo Cormann, interpretada magníficamente por Mariano Anós (en el papel de Theo Steiner) y Miguel Pardo (como Nathan Goldring), dirigidos por Cristina Yáñez, es un texto denso y descarnado que enfrenta a dos generaciones de dramaturgos judíos ante la dolorosa memoria de los horrores del siglo XX. Sin posibilidad de llegar a una conclusión satisfactoria que redima del drama histórico, psicológico y cultural, pero honestamente enfrentados a la realidad de la propia memoria de un tiempo oscuro del que todos seguimos siendo víctimas y cómplices de alguna forma --y bajo la alargada sombra del Rey Lear de Shakespeare, que deambula por el texto de Cormann recordándonos que nos encontramos ante un conflicto eterno -, la propuesta que encarnan Anós y Pardo tiene la fuerza y la autenticidad suficientes como para que los espectadores no tengamos más remedio que aceptar el reto: el reto de que asistir al teatro no es un acto de consumo cultural, sino un ejercicio de compromiso y responsabilidad con nuestro propio presente.

La provocadora intensidad de Cormann y la propuesta escénica de Silvia de Marta (espacio) y Fernando Medel (iluminación), realzan la escrupulosa dirección de Yáñez, obligada en equilibrar los innumerables recursos de Mariano Anós, sencillamente espectacular en un papel que parece pensado para él, y la compleja interpretación de Miguel Pardo, que encarna un personaje perdido desde el mismo momento en que se enfrenta al espejo, que entablan una dialéctica abocada al silencio de la última escena.

Pero no se trata aquí de ensayar una crítica, un juicio objetivo y distante que valore el espectáculo, sino todo lo contrario. Se trata de dar cuenta del encuentro entre público, actores y técnicos que tuvo lugar en Guirigai la mañana del sábado 21, como lógica y necesaria prolongación del momento mágico de la representación, como gusta llamarlo Magda García-Arenal, directora de la sala Guirigai. Se trata precisamente de expresar la subjetividad no canonizable, de dar fe del espacio abierto por el diálogo, de compartir la onda expansiva que surge precisamente cuando cae el telón.

Profesores, gentes del teatro, estudiantes y aficionados tuvimos la suerte de compartir un interesante diálogo con Fernando Medel, Mariano Anós y Miguel Pardo, sobre el proceso creativo de esta interesante obra de Enzo Cormann, ambientada en una granja perdida en las montañas de la Borgoña francesa donde vive autoexiliado Steiner, un actor judío dedicado ahora a la pintura, que recibe la visita del joven director Goldring que viene a proponerle el regreso a las tablas como protagonista del montaje que prepara del Rey Lear. A partir de ese encuentro, en una noche de tormenta, los personajes se enfrentan a su propia interioridad, marcada por las complejas circunstancias históricas que les ha tocado vivir.

Han sido dos meses muy intensos –afirma Mariano Anóslo que hemos vivido en la última fase del montaje de esta obra. Cristina, que es muy meticulosa en la dirección, me la propuso. Yo conocía otras obras de Cormann, pero esta ha sido un descubrimiento. Cuando me pasó el texto, le respondí que sí tras la primera lectura. El trabajo en equipo –reconoce Miguel Pardoha sido muy llevadero teniendo en cuenta un texto de tanta envergadura. La excelente relación humana que mantenemos en la compañía es fundamental para que cada cual dé lo mejor de sí mismo”.

La obra, que lleva unas veinte funciones en cartel y continúa su gira por la península, ha tenido que adaptarse a escenarios muy variopintos, y esto, lejos de ser un inconveniente, ha supuesto un reto positivo. El espacio condiciona muchísimo –dice Mariano Anós-, y te obliga a cambiar y adaptarte. Guirigai es una sala muy acogedora. A pesar de su amplitud te permite una sensación de intimidad con los espectadores. He tenido que emplear focos y masas de luz diferentes –asegura Fernando Medelpara adaptarme al espacio escénico, y eso no siempre resulta fácil de negociar con los responsables de las salas. En este caso lo hemos resuelto todo con diálogo y buen entendimiento.

La identidad de Guirigai –asegura Magda García-Arenal- también la forman las compañías que vienen. A mí me resulta muy gratificante el diálogo técnico con las compañías en gira, siempre procuramos que se encuentren a gusto. Hay que hacer lo posible para que se produzca en las mejores condiciones el momento mágico de la representación. Este es un espectáculo muy adaptable –reconoce Anós-, tiene un amplio margen de modificaciones.

 

Estoy muy satisfecho de tener aquí este espectáculo –afirma Agustín Iglesias-. Los que hemos sido siempre muy europeos tenemos cierta envidia a Francia o Alemania, donde se hacen montajes más arriesgados que aquí. En España persiste un cierto temor a hacer un teatro de altura intelectual, un teatro de texto. En Europa se están escribiendo cosas más fuertes que en España, donde quizá tenemos más razones para escribirlas.

En Zaragoza hemos trabajado mucho en los últimos años en un tipo de teatro más didáctico, para adolescentes –dice Miguel Pardo- y teníamos la necesidad de acometer algo diferente, más sólido. Comenzamos con Mein Kapital, que también hemos traído a Guirigai, y después Cristina Yánes nos propuso este texto. Siempre estamos bregando con 

estas dos vertientes –afirma Paco Vizcaíno, de La oveja negra-. El teatro didáctico y el más maduro. Para abrirse al   público joven el teatro se ha llenado a veces de tics tecnológicos, música, efectos… y se ha olvidado un poco del texto. Este texto de Cormann –dice Agustín Iglesias—es muy franco, maduro y directo. Si estuviese referido a la dictadura y la represión de la reciente historia de España, quizá entenderíamos mejor el profundo dolor que encierra esta obra. Cada espectador –afirma Mariano Anós- ha de descifrar las claves del texto para interpretarlas desde su propia historia.

En el argumento de Cormann, el actor Theo Steiner se salva del holocausto nazi borrando su nombre de una lista de condenados en la que también se encuentran sus propios padres, que son gaseados en los campos de concentración. Stenier vuelve al teatro, hasta que un día, muchos años después, el oficial nazi que le ofreció la posibilidad de que se autosalvase de la muerte, le regala la pluma con que tachó su nombre de la fatídica lista. Desde ese momento, Steiner, preso de la culpa, lo abandona todo y vaga por Europa, a pie, hasta encontrar el refugio donde ahora tiene lugar el encuentro con Goldring, un joven director al que acaba de abandonar su amante.

El papel de Miguel-Goldring –opina Paco Vizcaínotiene una gran dificultad, es muy complejo. Está en plena crisis personal –reconoce Miguel Pardo-, no encuentra estabilidad por ninguna parte. Me decepciona un poco –dice Magda García-Arenal- que se desmorone en la escena final, es como si se rindiera. No hay rendición –opina Karmele García—en el personaje de Miguel, en el fondo son dos personas destruidas que se necesitan. Esta última escena –dice José Manuel Martín—evidencia que se dan cuenta de que están huyendo de sí mismos y necesitan parar. Lo que a mí me molesta un poco –dice Agustín Iglesias—es que sean judíos, porque esto introduce el tema del victimismo. Bueno –dice Mariano Anósla culpa de Steiner es la culpa de la víctima. En realidad viene a dejar una especie de testamento que dice: he aquí mi autodestrucción, pero que conste que soy honesto conmigo mismo.

Quisiera introducir –interviene Cari Santacruz el tema de la redención, porque me resisto a pensar que Steiner sea una persona sin salida. Steiner –dice Mariano Anós- se ha fabricado un mundo propio para no pensar en sí mismo, pero con la llegada de Goldring se siente cuestionado. Steiner –afirma Miguel Pardo- se niega a la redención porque se autosalva de la muerte, en lugar de salvar a su madre, por ejemplo.

A mí me llamó mucho la atención –dice Karmele García- la escena del camerino: el nazi es el público, afirma Steiner. Es tremendo. Tengo que reconocer que tiene razón: somos malos los humanos. Lo que sí es verdad –dice José Manuel Martín- es que estamos inmersos en un conflicto interior permanente, porque cuando nos preguntamos quiénes somos en realidad, la referencia inmediata que nos da nuestra propia historia es muy difícil de asumir. La verdad –dice Agustín Iglesias- es que lo intolerable es el conformismo. Tenemos que reconocer que ‘sigue la tormenta’, en efecto, lo que significa que seguimos inmersos en nuestras propias contradicciones.

Me gustaría que nos habláseis –propone Paco Vizcaíno- de cómo acometéis el trabajo de actor. Yo soy –afirma Mariano Anós- muy poco intelectual como actor, aunque procuro serlo en todo lo demás. Busco sensaciones con toda espontaneidad. Nunca racionalizo cómo afrontar una actuación. Voy probando cosas, siempre en relación con los compañeros y la dirección. Lo que se aprende con los años es ha simplificar, ir a las cosas esenciales, porque lo importante es sentirte vivo en el escenario. Por eso procuro no pensar demasiado y transmitir cosas a los espectadores. Mi punto de partidaafirma Miguel Pardo- es el mismo que el de Mariano: el apoyo en los compañeros. El actor tiene que escuchar, escuchar al texto, a los compañeros, a la dirección, a los espectadores… estar abierto y escuchar. Estoy completamente de acuerdo -afirma Mariano Anós. Lo primero que te encuentras –continúa Miguel Pardo- es con tu propio límite. Pero a partir de ahí todo es aprender. Lo mejor es disfrutar del camino, no pensar en la meta.

Vuestros personajes son muy sobrios –apunta Karmele García-, a veces estáis inmóviles, concentrados en la intensidad de la palabra. Es admirable. Me llamó la atención la fuerza de los personajes a pesar de la simplicidad de los recursos. Para hacer este trabajo –dice Miguel Pardo- me ha sido imprescindible cambiar de registro. Y eso es lo interesante. Estamos acostumbrados a la sobreactuación que vemos en el cine y la televisión. La intensidad de este trabajo requiere concentración y sencillez. Pero la sencillez –reconoce Mariano Anós- es muy difícil de conseguir, requiere mucho trabajo y años de experiencia.–confirma Agustín Iglesias- estamos acostumbrados a que a tele y el cine busquen la gratificación inmediata del público, y esto ha banalizado el auténtico trabajo de interpretación. ‘Sigue la tormenta’ exige mucha verosimilitud, y eso solo se consigue con un trabajo muy serio de síntesis y concentración. Mariano ha sido siempre muy técnico. Bueno –reconoce Mariano Anósya sabes que Bertolt Brecht me apasionó al principio, pero con el tiempo decidí alejarme de él. Este trabajo tiene algo de Brecht, desde luego, pero no mucho. Tiene algo más de Müller. Lo importante –apostilla Agustín Iglesias- es la asimilación de distintas técnicas de interpretación. Este montaje es admirable por su madurez.

En el encuentro también se habló de otras muchas cosas, entre ellas el preocupante panorama cultural de nuestro país y la inquietud por ofrecer a los jóvenes espectáculos de auténtica calidad. Tanto los profesores presentes como los actores, reconocieron que los chicos que vienen al teatro tiene menos problemas que los profesores, que muchas veces malforman a los pequeños con criterios de sobreprotección y estímulo forzado, cuando en realidad los jóvenes afronta el espectáculo teatral con bastante naturalidad.

ULISES

Otros artículos de teatro

Comentarios

Enviar un comentario

Para poder comentar debes estar registrado. Regístrate o accede a tu cuenta.

No hay comentarios por el momento.


Produce Madreselva Servicios Culturales, S.C.
revistamadreselva@gmail.com
Apdo. Correos 381, 06300 Zafra (Badajoz)
Aviso Legal | Servicios | Publicidad
Utopia.es - Internet más cerca
Aviso

Utilizamos cookies propias y de terceros para el análisis de la navegación de los usuarios. Si continua navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Ok Más información