Etelvino Vázquez y su Teatro del Norte

Ofrecemos esta segunda Crónica de Ulises como documento de la segunda sesión de Encuentros con el teatro, tertulia sobre el mundo teatral que organiza la Sala Guirigai, celebrada el 25 de enero con la compañía asturiana Teatro del Norte como invitada, que acaba de ser premiada con los premios Oh! del teatro profesional asturiano. Son tres actores: su director Etelvino Vázquez, Cristina Lorenzo y David González, quienes habían montado la noche anterior en la sala santeña  el clásico lorquiano  Mariana Pineda

Los fieles espectadores de la Sala Guirigai de Los Santos de Maimona hemos vuelto a tener la suerte y el placer de mantener un interesante encuentro con los profesionales del teatro, en este caso, el pasado 25 de enero, de la mano de Teatro del Norte, que la noche anterior representó Mariana Pineda de Lorca, con la acostumbrada solidez de la veterana compañía creada por Etelvino Vázquez en 1985.

El director asturiano celebró el encuentro en Guirigai como una ocasión necesaria y poco frecuente en los teatros españoles, y abundó en la urgencia de superar la barrera entre el escenario y el patio de butacas, porque el teatro es cosa de dos, dijo, al tiempo que reconocía que la relación emocional que establecen actores y público durante la representación no debiera quedar en el vacío por culpa de profesionales-funcionarios o espectadores-consumidores.

El drama Mariana Pineda, escrito por un joven Lorca de 25 años, y estrenado en 1927 con la mítica Xirgu y los decorados de Dalí, está basado en la vida de Mariana de Pineda Muñoz, figura relevante de la restauración absolutista en la España del siglo XIX; heroína de la libertad a la que Federico dará una perspectiva más psicológica que política, subrayando ya lo que serían las obsesiones que le acompañaron toda la vida: la soledad, el amor imposible, la frustración de lo que no alcanza plenitud… En Mariana Pineda está gravitando Antígona y muchos otros mitos griegos de la fatalidad, afirma Etelvino Vázquez, que atesora la más amplia y fiel trayectoria de un dramaturgo español con el teatro lorquiano. En efecto, desde su puesta en escena del Retablillo de don Cristóbal, en 1989, se han ido sucediendo muy diversos montajes de sus obras (Yerma, Doña Rosita, La zapatera prodigiosa…), al tiempo que ha escenificado a la propia figura del poeta granadino en espectáculos de carácter didáctico o dramático, como ‘La muerte de un poeta: Federico García Lorca’, de 2011.

A pesar de esta intensa relación, o quizá por eso mismo, queda mucho por hacer en Lorca –afirmó el dramaturgo a preguntas de los espectadores de Guirigai-, su obra permite mucha experimentación, aunque es muy difícil. Para mí Bodas de sangre, por ejemplo, es muy complicada –continúa el director— aunque Antonio Gades sí supo hacer un espectáculo admirable.

La Mariana Pineda de Teatro del Norte es una apuesta conceptual, a juicio de algunos espectadores de Guirigai, en la que los profundos y contradictorios sentimientos de la protagonista –encarnada impecablemente por Cristina Lorenzo - se desarrollan en un espacio simétrico y desnudo de todo elemento superfluo, en el que la luz delimita dos planos bien diferenciados que permiten jugar continuamente con el tiempo.

La obra es un flash-back permanente: el pasado y el presente se desdoblan continuamente, reconoce Etelvino Vázquez, que ha contado con Carlos Lorenzo (espacio escénico),  Manuela Caso (vestuario), Alberto Rionda (música original) y Rubén Álvarez (iluminación), para dar  a la obra de Lorca una vuelta de tuerca eminentemente política, pues aunque el poeta hable de los amores frustrados y nos venga a decir que la libertad para amar es más importante que la libertad socio-política, Etelvino Vázquez ha querido subrayar precisamente el aspecto de lucha por la libertad frente a la dictadura monárquica de una mujer que, pese a ser abandonada por su amante revolucionario, no dudó en mantenerse fiel a la causa no delatando a los conspiradores contra el régimen, circunstancia que la lleva indefectiblemente a la muerte.

Ha sido un proceso muy intenso –afirma Etelvino Vázquez-, en el que hemos ido realizando muchas pruebas y cambios, hasta conseguir la intensidad adecuada a una obra con muchas transiciones. Transiciones cronológicas y, sobre todo, afectivas y sentimentales, como reconoció Cristina Lorenzo, en quien recae principalmente la verosimilitud de la acción dramática, y que la actriz resuelve con perfecta dicción y contenida expresividad, sometida al envite permanente del lascivo juez Pedrosa, y del enamorado Fernando, que nada pueden hacer frente a la determinación política y sentimental de la protagonista.

 

 

Teatro de la palabra, sin las florituras verbales de algunas aproximaciones populistas al poeta del 27, y teatro también de tesis y de ideología, que huye de lo panfletario para provocar en el espectador una reflexión sobre el valor de la coherencia en la lucha sin tregua por la justicia social, tema candente donde los haya. Pero un teatro también que busca el espectáculo y que maneja con sabiduría los recursos simbólicos de la máscara y el maniquí, planteando el espacio escénico a manera de un invisible tablero de ajedrez en el que se acosa a la dama hasta el jaque final. El director –asegura Etelvino Vázquez es el representante sindical del público, y tiene que luchar contra el aburrimiento.

 

También se habló en Guirigai de cómo la universidad está divorciada del teatro, de la ausencia de una política cultural a nivel nacional, y de cómo en el terreno teatral está todo por hacer, en palabras de Vázquez, para quien toda la estructura cultural se hace en Europa a partir de la II Guerra Mundial, pero en España no se hizo nunca, nunca hubo voluntad de racionalizar el teatro, por eso es muy sintomático que el mundo del teatro en España no se haga visible.

 

 

En este sentido Cristina Lorenzo y David González coincidieron en que  a pesar de que se valora socialmente el ser una persona culta, se desprecia al trabajador cultural. La gente ignora lo que supone trabajar en el área cultural. La consideración social del artista es nula, cuestión que se ha agravado considerablemente en los últimos años gracias a la nefasta política que nos gobierna.

Antes de despedirnos, Etelvino Vázquez subrayó una precisión pertinente: El público es una entelequia que se relaciona con la taquilla. Una cosa es el público, y otra muy distinta son los espectadores. El teatro debe ser la casa de los espectadores.

Una casa común, como Guirigai, en la que compartir y dialogar.

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