Noche de leyenda por la Sierra de Hornachos

Juan Francisco Llanos relata en primera persona la I Jornada Senderista realizada en Hornachos, una travesía envuelta en aroma de leyenda

El pasado viernes 3 de julio se desarrolló, con gran éxito de asistencia, la I Ruta Senderista Nocturna 2015 en Hornachos. ¿Misión? subir a los peñones de El Carrascal y el castillo.

A pocos minutos para las 9 de la noche, una muchedumbre ataviada de mochilas, bastones y, sobre todo, muchas ganas de caminar, empezó a congregarse en la Plaza de España de Hornachos, conocida popularmente como El Parque. Mujeres, hombres y niños, con camisetas de todos los colores esperaban impacientes el momento de partir y sumergirse en las leyendas que guarda para sí la sierra hornachega.

Tras el reparto de un obsequio por parte de la Organización, unas prácticas linternas para avanzar entre las tinieblas cuando la noche se hiciese presente, “nos hicimos las fotos de rigor en las escaleras del Ayuntamiento, y procedimos a dar la salida, despidiéndonos de aquellos que nos animaban bebida refrescante en mano, desde las mesas de El Parque.  Remontamos por la calle La Fuente, llamada así por ser la que se dirige a la Fuente de los Moros, nuestro primer destino, y aprovechamos para repartir entre la Organización los Walkies amablemente prestados por Cruz Roja Local, algunos de cuyos voluntarios tuvieron la amabilidad de acompañarnos”comenta Sergio Cuevas, Concejal de Turismo.

La Fuente de los Moros, construida en el siglo XVI, es uno de los lugares más coquetos de Hornachos. El manantial, un pilón bajo el nivel del suelo y limitado por tres paredes de granito, es accesible por unos escalones del mismo material, cuyo desgaste indica que son muchas las historias que han acontecido en este lugar a lo largo de los siglos. Tal vez las paredes aún recuerden la leyenda de Josué y Zaida, dos jóvenes hornachegos del siglo XVI, de origen cristiano y morisco, respectivamente, que se conocieron junto a  las cristalinas aguas del pilón, tal y como relata el escritor hornachego Domingo Fernández. El joven quedó inmediatamente prendado por la belleza de la joven, sin saber que ese amor imposible se vería abocado a un funesto final.

Junto a la Fuente el lavadero, del siglo XIX, recuerda con nostalgia aquellos tiempos en que multitud de mujeres hornachegas acudían a lavar sus vestidos y los de toda la familia, tiempos que los más viejos del lugar aún recuerdan, por haberlos vivido en primera persona.

El camino de la Platería, junto a fuente y lavadero, es nuestra puerta de entrada a la sierra, y tras remontar un duro repecho llegamos a un rellano, cruce de caminos, que nos da acceso a muchos de los lugares de interés de Sierra Grande de Hornachos.

A un lado tenemos el valle de los Corraletes, espectacular valle de pedriza cuyos muros de piedra recuerdan los tiempos en los que los pastores encerraban el ganado en ellos. Más allá, las más altas cresterías de Sierra Grande, con el Peñón de Marín, de 943 metros de altura, espectacular atalaya sobre gran parte de la provincia de Badajoz y que incluso en ocasiones nos permite atisbar los lejanos y nevados picos de sierra de Gredos. En estas cresterías anidan algunas de las aves que hacen de Hornachos un lugar de sumo interés para aquellos que gustan de la observación de aves, y no es extraño ver decenas y decenas de buitres leonados volando al unísono.

Si levantamos la vista hacia arriba, tenemos el imponente peñón de La Sillá, que guarda algunos de los muchos abrigos con pinturas rupestres del neolítico-calcolítico que existen en Hornachos. Hacia el lado contrario, nuestro próximo objetivo, el peñon del Carrascal, situado estratégicamente en el medio de los dos valles que rodean Hornachos, el Valle de Los Moros, que hemos remontado, y el Valle de Los Cristianos, por el que posteriormente descenderemos.

Tras algún resoplido comenzamos a ascender rápidamente, cuento que algunos más que otros, hasta llegar a una zona en la que nos reciben alcornoques desnudos por la reciente saca de la corcha. La luz del día se hace más tenue, y llegamos a lo alto del Peñón del Carrascal (812 m) con las últimas luces del día.

 

Multitud de flashes inundan la escena, con decenas de brazos alargados para hacerse el mejor selfie con las luces de multitud de poblaciones de fondo, rodeadas de la cada vez mayor penumbra de los campos. A un lado, podemos ver Llerena, Valencia de las Torres, Llera, Usagre, Hinojosa del Valle...; a otro, Puebla del Prior, Ribera del Fresno, Villafranca de los Barros, Feria, Fuente del Maestre, Almendralejo... El panorama es especialmente espectacular para los no hornachegos, pues nos acompañan multitud de senderistas de pueblos como Valencia de las Torres, Llera, Ribera del Fresno, Villafranca de los Barros, y muchos otros sitios más apunta Cuevas. Mirando hacia otro lado, nos es incluso posible distinguir las luces de Castuera y Valle de la Serena. Desde Hornachos, nos saludan con láseres de color verde, pues está claro que para los que están varios centenares de metros más abajo asemejamos un enjambre de luciérnagas.

 

 

Tras las fotos, es momento de tomar un tentempié, y de sacarnos la foto de grupo, ya con la noche sobre nosotros, y una luna casi llena que se resiste a salir. Bajo la dirección de nuestros fotógrafos, y con los miedos de algunos de caer ladera abajo al final conseguimos nuestro objetivo.

Nos cargamos de nuevo con nuestras mochilas, y descendemos, en forma de una serpiente de luces hacia el Peñón del Salto de la Moza, donde la cerrada noche nos permite poner fin a la leyenda de Josué y Zaida.

Y es ahí, al pie de la Senda Moruna o Escalones, como la conocemos en Hornachos, donde ese amor imposible que había comenzado en la Fuente de los Moros toca a su fin, con Zaida lanzándose al vacío desde lo alto del peñón con el corazón roto por ese amor entre religiones que la sociedad del siglo XVI hace imposible. Aún resuenan en aquel lugar los versos finales de Zaida, que revivimos bajo la luz de nuestras linternas.

Nos encaminamos ahora hacia el castillo, fortaleza árabe que preside la localidad de Hornachos. Seguimos para ello los Escalones, antigua vía de comunicación que unía las poblaciones árabes de Hornachos y Toledo, y que hasta hace no demasiados años era la vía de comunicación usual para acceder a todos los campos que se encuentran detrás de Sierra Grande de Hornachos, y que se conocen popularmente como Trasierra.

Algunos, más rendidos por el cansancio, deciden esperarnos en el final de la ruta mientras los demás ascendemos hacia esta excepcional atalaya sobre Hornachos, construida aprovechando los desniveles del terreno y que fue reutilizada por los Cristianos, tras la expulsión de los moriscos. Con Hornachos iluminado en la noche a nuestros pies, es hora de otra sesión de selfies, fotos de grupos, etc. Un rápido descenso, y llegamos a nuestro destino, el Pósito, punto final de la ruta. Este edificio, cuya terraza superior es un excepcional mirador sobre Hornachos, es un edificio mudéjar del siglo XV que se utilizaba para almacenar grano, con una capacidad de 8.000 fanegas. Posteriormente fue utilizado también  como refugio de caminantes y otros. Actualmente alberga el Centro de Interpretación de la Cultura Morisca

Tras esperar a los últimos integrantes del grupo, nos tomamos nuestra última foto, y damos fin a nuestra noche de leyenda por las sierras de Hornachos, prometiéndonos volver lo antes posible a esos parajes donde bajo la luz de la luna llena las leyendas parecen hacerse realidad.

 

Juan Francisco Llanos

 

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