Libre producciones. La magia de la imagen

Entrevistamos a José Camello, director de Libre Producciones, responsable de programas como El lince con botas o actualmente La barcarrota, todo un referente de la creatividad audiovisual, sobre el proceso compositivo y artístico de su trabajo 

Libre Producciones destaca por su calidad poética en donde la imagen está llena de connotaciones, símbolos y referencias, esto se refleja en un montaje muy cuidado y especial que da la sensación de sin embargo de una obra muy orgánica, ¿qué grado de improvisación y planificación hay en vuestro trabajo?

La planificación es imprescindible, desde que surge la idea de contenidos para cada capítulo, bien de La Barcarrota, bien de El Lince con Botas hasta que el programa se termina. La improvisación, salvo la que invite al operador, al guionista o al montador en algún preciso momento del trabajo, es poca. Nuestra bandera es el respeto por lo propio y por lo ajeno. Procuramos que la producción previa sea muy respetuosa con los invitados a participar, que el equipo de cámara pueda realizar su sensible trabajo en las mejores condiciones que nos permiten presupuestos siempre muy ajustados; que los guionistas trabajen sin presión de fechas y en plena libertad y que, en la muy laboriosa tarea de edición, etalonaje y postproducción de imagen y sonido, se tenga presente que todo nuestro equipo  asume no ya una responsabilidad, sino un criterio artístico. A desarrollar no siempre de la forma más cómoda: la técnica y el contexto siempre mediatizan. Aún así, creo que hemos conseguido, en estos veintisiete años que llevamos trabajando, que nuestra gente se sienta cómoda, que estemos compenetrados incluso, sí, de una forma orgánica. A veces la productora parece un ser vivo, dinámico. Para el placer, y también para el dolor, cuando surge.

 

El hecho de que Ana Baliñas sea poeta impregna a los guiones de una gran densidad emotiva donde la palabra cobra mucho protagonismo ¿qué proceso de elaboración seguís en vuestras obras (especialmente en La Barcarrota) y, por consiguiente, cuál es la integración de la palabra en la imagen (y viceversa) en vuestro trabajo?   

 

En general, el proceso comienza a partir de la idea de contenido, de forma muy concreta en la ficción (siempre nos hemos basado en nuestras propias historias para los cortometrajes y el largometrajes), también en los documentales y en los capítulos televisivos. Posteriormente se traslada al equipo para darle forma a la producción, siempre partiendo de que, en rigor, nunca hemos barajado presupuestos acorde con nuestras expectativas. En concreto, La Barcarrota es un formato atrevido, un programa sobre la palabra, con ésta al mismo nivel que la imagen, que es, por supuesto, esencial en nuestro trabajo, y también en este programa. Esto ha sido una apuesta muy reconocible en nuestra trayectoria, puede resultar hasta reiterativa, pero se trata de una decisión muy coherente con nuestra forma de hacer televisión, y en particular, con la formación en humanidades de quienes trabajamos en Libre Producciones, no solo de la guionista, que también. La autoexigencia en los textos literarios, en los guiones, es un modelo que incluye al resto de  las partes de cada programa, siempre dentro de un límite que impida que generemos angustia. Y ello significa, a estas alturas, practicar la heterodoxia en un medio muy rígido, sometido a la tiranía del gran público, esto es, a la estupidez de los programadores. El huir del formalismo, del concepto de la ilustración visual porque sí, del bombardeo de imágenes vertiginosas, que es una carga que lleva décadas atentando contra la imaginación del espectador y contra la cultura de la palabra, es rebelarse contra una fórmula que favorece la puerilidad de la inmensa mayoría de lo que se produce. En La Barcarrota, por ejemplo, hemos innovado el proceso creativo, descartando cualquier escalafón, repartiendo secciones entre las diferentes personas del equipo (Rafael Mellado, Juan José Rodríguez García, Celia Prieto, Fernando Moreiro, Carmen Sierra, Sonia Roa, Susana García, Alejandro García...) en particular sus ‘poemas visuales’ y ‘El domador de palabras’. Personas que se han hecho cargo de tareas muy diversas, desde las más sofisticadas hasta las más simples, invadiendo espacios aparentemente muy jerarquizados, con un resultado, en mi opinión, tremendamente sugerente, y además formal y profesionalmente aleccionador. Otra cosa, por supuesto, es que esto se transmita correctamente y, sobre todo, se reconozca. Porque en la periferia del Estado, nada tiene valor si no se apadrina desde los centros de poder.

 

¿Qué idea os ha guiado a producir este programa, La Barcarrota?

Nos lo pedía el cuerpo, hacer un programa sobre la creación literaria conjugando lo local con lo universal, creando un contenedor tan juguetón como exigente, en el que los poetas, la gente de la palabra, el teatro, la edición, los libreros y el público en general, digamos eufemísticamente ‘sensible hacia la cultura’, pudiera verse mínimamente reconfortado. Además, debería ser una exigencia que programas como éste formaran parte natural del paisaje televisivo, y más de las televisiones públicas. Lo que es asombroso es que sea un rara avis tanto a nivel de contenidos como formal y nos parezca algo normal. De hecho, está por ver su continuidad. 

Desde El lince con Botas (2001-2002, 2006-07 y 2012 hasta la fecha) y ahora desde el 2015 La Barcarrota os habéis propuesto suprimir el narrador en vuestras producciones, dejando fluir las secuencias y los testimonios desde el multiperspectivismo en crudo, haciendo que vuestras filmaciones tengan una dinámica muy viva entre el reporterismo y la estampa poética, ¿qué filosofía hay detrás de esa actitud?

Quizás venga dada por la necesidad de cultivar y hacer evolucionar un estilo propio,  austero, criado en la continua presencia de limitaciones, salvo intelectuales. Pero a la figura del narrador le hemos dado siempre un valor esencial, como demiurgo, como alter ego, o, en los casos más prosaicos, como editorialista del programa en cuestión. En La Barcarrota, por ejemplo, la narradora tiene roles muy diversos, desde la mera transición hasta el convertirse en intérprete de obras universales. Movemos sus hilos y es una tarea muy grata, porque es un ingrediente importante en nuestras producciones. Nuestro documentalismo tiene a menudo una carga retórica, desde luego, precisamente porque nuestro estilo es siempre muy propenso a la pedagogía (algunos pensarán que en exceso). Pero en estos tiempos en que el mensaje-píldora y la superficialidad tienen un predominio casi absoluto, pues quizás nuestro pequeño grupo de espectadores esté a salvo tras estas discretas murallas, de las que el autor no puede (ni debe) ausentarse.

Gran parte de vuestra producción son documentales, ¿qué dimensión de la realidad o (dicho de otra manera) desde qué ángulo de la realidad os interesa proyectar?

Desde el compromiso, y en segundo lugar la cooperación. También desde la reivindicación de lo propio, de lo local, pero desde su autenticidad, no desde lo que de ello construye la propaganda y el paternalismo, que la menoscaban. En tantos años trabajando en y desde Extremadura, hemos llegado a una conclusión empíricamente probada, valga la redundancia: el talento surge por doquier, lo hay a espuertas en todos los ámbitos: el artístico, el científico, el profesional, en cualquier sector... Y asociado a él, abunda la precariedad... La precariedad es un endemismo, un parásito devastador de todos los frutos profesionales de la región. Y lo que es peor, desde las instituciones y los medios, probablemente los únicos ámbitos donde no abunda el talento, se engorda. Además se le asocia un complejo de inferioridad que a unos y otros les viene estupendamente para justificar cómo se gestiona nuestro día a día: el derroche en experiencias ajenas, importadas y despilfarradoras, y la desconfianza sistemática no ya en lo propio, sino especialmente en lo propio que no emigra para desenvolverse. Los que hemos decidido afrontar los proyectos desde nuestra tierra estamos siempre bajo sospecha, salvo que consigas una notoriedad que, en la mayoría de los casos, resulta cómoda para el poder.

José Juan Martínez Bueso 

 

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