Saltando la tapia del silencio (1)

Abrimos esta sección para unirnos  a las voces de diversos colectivos y al clamor popular  contra la discriminación  sexista, que no suena todo lo que sería necesario, pero se oye cada vez más en un insistente rumor social haciéndonos replantear nuestros códigos sociales y sobre todo nuestros propios valores como personas, contaminados de una educación no siempre acertada en la relación entre hombres y mujeres.  La pequeña gran tapia de nuestros propios prejuicios que debemos ir saltando. Sin miedos. 

Los malos tratos, la violencia de género, desgraciadamente ocupan un protagonismo aterrador en nuestra sociedad, y nuestra vida diaria. Cuando los medios de comunicación publican datos a este respecto, nos echamos las manos a la cabeza, nos invade la impotencia y la rabia. El pasado año se recibieron más de 80.000 llamadas al numero de teléfono 016, que como saben se habilitó para permitir a la mujer, buscar ayuda inmediata, sin dejar ningún rastro en la factura, como soporte para facilitarles la salida necesaria, la denuncia a su verdugo, protegerla y distanciarla, hasta alejarla definitivamente de su maltratador. Pero aun así, fueron demasiadas, 59 mujeres muertas, asesinadas a manos de sus parejas, el pasado año 2015, el peor de los terrorismos, prácticamente en todo el mundo, dirigido hacia la mujer, por ende a sus hijos, familias y entornos, aquellos que las protegen, causándoles el mayor dolor, vejación y sufrimiento.

Crímenes, abominables que pasan a engrosar una lista, que se hace insufrible, pero que no disminuye, a pesar de políticas de igualdad, empoderamiento, asesoramiento, protección y ayuda. Deben de ser pocas, quizás no bien encaminadas, pues mientras que las muertes sigan ocurriendo, cualquiera de los eslabones de esta cadena esta fallando.

La prevención de conductas sexistas, deben de trabajarse más a fondo en el ámbito educativo, especialmente en la adolescencia, para no repetir estereotipos y roles machistas que inciden especialmente en esta etapa cronológica.

Buscar una escucha y atención eficaz a las victimas, una respuesta rápida y cercana. Que proporcione a la mujer acosada, avergonzada y aislada, contar su drama diario.

Son muchos los colectivos, instituciones, técnicos y responsables políticos, los que trabajan y se esfuerzan en atajar esta lacra. Llegar a reconocer la punta de un iceberg, que lleva helando y destruyendo toda una construcción de vida.

En nuestra ciudad colectivos como Zafra Violeta, llevan tiempo, propiciando actividades, campañas de denuncia y sensibilización, captación de voluntariado, atención activa, a una vulnerabilidad oculta, que ha de mostrarse con desgarro, pero que es responsabilidad de todos. Unidos, hombres y mujeres, exigiendo que se trate de una forma valiente, a la violencia de genero, como tema de Estado, que sume esfuerzos en su solución, con estrategias, herramientas y recursos, al servicio de su erradicación. 

Reivindicando el cumplimiento de las leyes y condenas, la protección de las victimas, el resarcimiento de su dignidad, la vigilancia y protección de ellas y sus hijos, si los hubiera. Sancionando con dureza a sus verdugos, y consiguiendo en lo posible, la inserción de estos en nuestra sociedad.

En la estructura social a la que pertenecemos, la relación del ser humano con los otros, tiene tantos lados, aristas, dobleces y diferencias, que conseguir nuestra propia armonía, es la búsqueda constante en la que caminamos toda la vida, añadiendo variables e incógnitas que el día a día introduce; con manifestaciones, acciones e interacciones, múltiples y diversas, de convivencia.

 

 

Nuestra pertenencia a un clan, prole, grupo, familia, unidad, entorno nos educa, condiciona, guía, capacita, dirige, orienta, relaciona, en respuesta a esa interacción.

Hemos de esperar entonces una relación de iguales, de seres libres e integrados en el lugar elegido, de convivencia fácil y  amable; pero la realidad es otra, dificultades, diferencias, mentiras, egoísmos, envidias, inseguridades, y una serie de características que nos conforman, entorpecen esas relaciones.

Cuando un ser humano responde a otros con agresividad y violencia, las preguntas que hemos de hacernos, son muchas, claras y contundentes.

Hay muchos tipos de violencias, que horadan a la persona, que destruyen sus conexiones sociales, que maniatan sus habilidades inmediatas, que coaccionan, aíslan, responsabilizan, para hacerlas culpables ante si mismas y ante los otros.

Con la complicidad insana, de los que desconocen la realidad, y solo escuchan una sola versión; en las historias de pareja, poca gente se mete, por miedo a salir escaldados, suele decirse, y nuestra tendencia a proteger a los nuestros, nos hacen mostrar posturas claramente subjetivas, que desgraciadamente, en muchísimas ocasiones, no ayudan a salir de estos malos tratos.

Todos hablamos, debatimos y compartimos algún caso cercano, y precisamente en este continuo escuchar, opinar, sobre las relaciones básicamente de pareja, he tenido la grata oportunidad de conocer a Maria, ella me trasmitió cercanía, sencillez, sabiduría, naturalidad y sobre todo generosidad e interés en aportar soluciones.

Fueron necesarios unos cuantos de encuentros, para trasmitirnos la necesidad de contar las experiencias de mujeres, luchadoras, marcadas por historias de desamor, humillación, tratos miserables o mezquinos, exponentes de relaciones de pareja, en una terapia común, que sin miedos, quieren contar sus vivencias, mostrar posibles salidas desde el dolor, pero que afortunadamente retomaron las riendas de su propia vida,  y tal vez ayuden a otras y otros, pues no queremos olvidarnos de los hombres, que los hay, que han sufrido y sufren los malos tratos de sus parejas, por fortuna para ellos en minoría, pero que en ningún caso deberíamos obviar, y que tampoco pueden pasar por episcopios, no menos desgarradores y duros, marcando sus vida y las de sus familias.

El titulo de la sección “La Tapia”, como metáfora, ya que construimos barreras en principio infranqueables, en el afán de protegernos de una intimidad deseada, contraste entre lo público y lo privado, enclaustrado en el interior de una casa, un lugar domestico, familiar, y casi secreto. Estableciendo combates de poder, en una lucha por las aspiraciones individuales, aun a sabiendas de entorpecer las del otro, con la invasión del espacio de respeto y demolición de un proyecto en común.

Pero a la vez, al  hacerlo público y traspasarla “Sin miedos”, conquistando nuevamente ese espacio propio, esa autoestima perdida, y la fuerza necesaria para abrir ventanales y puertas, en ese nuevo hogar deseado.

 

Compartir la vida en pareja puede llegar a ser una buena y duradera historia, una ruptura a superar, o superada, la más dura de las experiencias, y desgraciadamente en ocasiones una historia desgarradora y cruel. Siempre esperamos un final feliz, pero no todas terminan comiendo perdices.

Desde este número Madreselva se acercara a testimonios e historias reales, de las que seguro extraeremos lecturas y conclusiones, que aporten tal vez, ayuda a personas que estén pasando por lo mismo, y a la vez estrategias a aquellos profesionales que día a día trabajan en este grabe problema. Aunar esfuerzos en esta nada fácil, pero necesaria tarea, y ojala el colectivo Zafra Violeta, y otros expertos, a los que les ofrecemos esta tribuna, puedan aportar en su experiencia, todo aquello que crean necesario, serán bienvenidos.

 

María Fermina Jiménez

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