Rodrigo Alemán, el enigma de su vida

El maestro artesano Rodrigo Alemán, genio del arte renacentista, fue una figura muy controvertida en su tiempo cuya vida esconde muchos misterios aún hoy no desvelados,

El maestro Rodrigo Alemán (el artista del que toma nombre la escuela de artes y oficios de Plasencia) era un escultor y tallista sobresaliente del Renacimiento cuyas obras son objeto de estudio de los críticos de todo el mundo. Hoy se ha convertido en todo un clásico y su obra nos inspira admiración y respeto.

Sin embargo la vida de los artistas muchas veces está llena de desencuentros y profundos misterios tan hondos como los de la propia alma de las personas.

Esta es la vida del maestro Rodrigo Alemán, humanista polifacético del Renacimiento.

Nacido en Sigüenza en 1470 el maestro, de nombre Rodrigo Duque fue conocido como Rodrigo Alemán en alusión a ciertos antepasados suyos del centro de Europa. Su origen converso no fue impedimento para que le ofreciesen el encargo de tallar las sillerías del coro de las catedrales de Toledo o Ciudad Rodrigo, obras de refinada factura que conocemos hoy día.

Sin embargo, junto a su monumental obra talló ciertos motivos lúdicos y eróticos que la iglesia consideró sacrílegos que, aunque eran habituales en el arte de la época para recreo del propio clero, el propio carácter antisocial y el supuesto origen converso de Rodrigo Alemán constituían factores de riesgo atrayendo la sombría mirada de la inquisición, que le toleraba mal que bien.

Las tallas irreverentes de Rodrigo y su visceralidad frente al mundo de la iglesia van en aumento constantemente.

Es entonces cuando viene a vivir a Plasencia a fines del siglo XV, con la excusa de tallar la sillería del coro de la que hoy es Catedral Nueva de Santa María (joya de la arquitectura gótico-renacentista culminada a lo largo del siglo XVI).

Rodrigo Alemán realiza la talla de la sillería del coro haciendo todo tipo de alusiones erótico-festivas y escatológicas disimuladas entre los motivos sagrados e incluso bajo la peana o misericordia de la cátedra episcopal llegaría a esculpir su propio autorretrato.

La inquisición acusa a Rodrigo Alemán de blasfemo y hereje ante las pruebas consumadas. Pero el Cabildo catedralicio de Plasencia (a cuyo servicio y protección se encontraba el artista), intercede por él y, logrando suavizar la furia de la inquisición, consigue para el maestro pena de encierro en la torre de las campanas de la Catedral Nueva.

Desde la torre, el maestro trabaja sus encargos con tranquilidad y, como no hay mal que por bien no venga, este retiro le permite aislarse de todos aquellos clérigos taimados que aborrecía.

Pasa más de un año en esta soledad cuando Rodrigo Alemán decide poner fin a esta situación ideando un ingenioso plan de fuga sirviéndose de sus amplios conocimientos físicos y mecánicos. Cabe pensar que Rodrigo Alemán estaba al tanto de las teorías visionarias de Leonardo da Vinci, al ser contemporáneos y al estar vinculados al círculo exquisito de la protección de palacio.

Rodrigo está obligado a volar para fugarse y, para conseguir su objetivo debe aproximarse a las condiciones orgánicas, físicas y dinámicas de las aves.

 

Los vendedores de carne del mercado de los martes placentino tienen en Rodrigo Alemán a su mejor cliente, que solo se alimenta de aves, si hacemos caso a los recaderos de la catedral. El maestro artesano mientras tanto va investigando pacientemente la proporción entre el peso de las aves y el número y disposición de sus plumas. llegando tras varios meses de cálculos a la siguiente proporción: 456 gramos de plumas de ave soportan 906 gramos de peso. Así, Rodrigo va pegando estas plumas en un extraño arnés, en función también de su propio peso, cosa que le permitirá evadirse (al igual que Ícaro, sobrevolando el mar de Minos) con un extraño artilugio de plumas.

 

Llega el día propicio. Todo está preparado. La máquina está dispuesta y el cielo, despejado y con viento de buen augurio. Rodrigo Alemán salta desde una ventana de la torre y consigue sobrevolar Plasencia librándose por fin de su encierro.

 

Aquí se acaban todas las noticias y se reanuda el misterio y la leyenda. Corría el año 1515.

 

La historia en este punto es incierta ya que, mientras que unos dicen que encontraron su cadáver río Jerte abajo, por las estribaciones del cerro de Santa Bárbara (cuya majestad preside desde siempre la ciudad de Plasencia), otros dicen que aquel cadáver corresponde al de un pastor que encontró allí su final.

 

También hay quien sostiene que el maestro voló durante varias horas hasta alcanzar la Peña de Francia (en la frontera con Salamanca) donde aterrizaría y, conmovido por el entorno sagrado del santuario de Nuestra Señora de Francia, se consagró (arrepentido de su vida disoluta) a la devoción de la virgen el resto de sus días. Incluso hay quien dice que se embarcó en Lisboa hacia América bajo la protección del rey portugués Manuel I, encantado de tener una eminencia en su corte para rivalizar en grandeza con el imperio español.

 

Nunca más se ha sabido de Rodrigo Alemán. Su vida, como su muerte, se ha convertido en una leyenda bien difícil de aclarar. Tal vez la notable obra artística que nos legó en la catedral de Plasencia contenga las claves para desvelar gran parte de ese misterio.

 

José Juan Martínez Bueso

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