La fresa silvestre

El profesor de Tai-Chi Raúl Martínez explora una nuevo enfoque para valorar los placeres inesperados y salvadores que nos ofrece la vida

Cuando el budismo llegó a China, procedente de La India, tuvo que coexistir con el taoísmo, una filosofía originaria de China muy arraigada allí. Se dice que de la influencia del carácter taoísta surgió una rama del budismo llamada budismo chan, que con el tiempo llegó a Japón, enriqueciéndose con el espíritu nipón, y donde se llamó budismo zen.

Hay gran cantidad de historias o cuentos maravillosos que intentan captar la esencia del zen. Uno de ellos nos habla de un hombre que caminando por el bosque descubre que un tigre hambriento corre hacia él. Huyendo del tigre el hombre cae por un precipicio, consiguiendo agarrarse a una rama en la caída. Pendiente en mitad del precipicio puede ver allá arriba al tigre, mirando hacia él desde el borde. Mirando hacia abajo ve que también allí hay otro tigre hambriento esperando a que caiga desde la rama. Entonces descubre que, lejos de su alcance, dos ratones están royendo la rama de la que cuelga. De repente se da cuenta de que en la rama que lo sostiene ha crecido una fresa, el hombre coge la fresa y se la come. El cuento termina diciendo que la fresa estaba deliciosa.

¿Y qué pasó con este hombre? se preguntarán algunos. Pues que disfrutó la fresa, nos dice el cuento. Lo de menos es lo que ocurrió después, el cuento nos sitúa en ese intenso momento en el que nuestro amigo, rodeado por los peligros y sin posible escapatoria, tiene la ingenuidad o sabiduría como para disfrutar de una sencilla fresa.

Una manera de entender el cuento es que, a pesar de todas las desgracias que podamos encontrar en la vida, si somos capaces de relajarnos y de no sucumbir a ellas, siempre habrá algo que podamos disfrutar (¡aunque al final nos espere la muerte!). 

Es fácil pensar que este hombre debería haber intentado escalar, apartar a los ratones, correr más que el tigre o incluso luchar contra él. Según el espíritu del cuento, creo yo, todo eso serían formas de luchar con lo inevitable, absurdo si lo pensamos bien, y cuando algo es inevitable lo único que podemos hacer es aceptarlo e impedir que la preocupación nos ciegue ante todo lo bueno que aún nos queda en la vida. Eso es estar realmente relajado. El miedo no pudo con nuestro personaje y encontró la felicidad en medio de la peor de las situaciones.

Seguro que todos conocemos situaciones en las que las preocupaciones llenan nuestra mente y no somos capaces de salir de ahí, impidiendo que disfrutemos del presente. También todos sabemos de personas que en lo más difícil de su vida, o en medio de momentos dramáticos (guerras, enfermedades,…), han conseguido sobreponerse y logrado disfrutar de las fresas que encontraban.

Tal vez, si encontrásemos la sabiduría y el valor para relajarnos lo suficiente, descubriésemos que la diferencia sea una simple elección, elegir a qué le daremos más importancia o en qué centraremos nuestra atención y nuestra energía. A eso es a lo que parece que nos anima esta historia.

El cuento nos habla además de un tema crucial en la vida de todo ser humano, del gran miedo al que todos nos enfrentaremos al final de la vida: la muerte.

Pues eso, que comamos muchas fresas este año.

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