La tortuga de Chuang Tzu

La sencillez de ser y conocerse es el verdadero camino a la felicidad

Chuang-Tzu paseaba por las orillas del río Pu. El rey de Chou envió a dos altos funcionarios con la misión de proponerle el cargo de Primer Ministro. La caña entre las manos y los ojos fijos en el sedal, Chuang-Tzu respondió: «Me han dicho que en Chou veneran una tortuga sagrada, que murió hace tres mil años. Los reyes conservan sus restos en el altar familiar, en una caja cubierta con un paño. Si el día que pescaron a la tortuga le hubiesen dado la posibilidad de elegir entre morir y ver sus huesos adorados por siglos o seguir viviendo con la cola enterrada en el lodo, ¿qué habría escogido?». Los funcionarios repusieron: «Vivir con la cola en el lodo». «Pues ésa es mi respuesta: prefiero que me dejen aquí, con la cola en el lodo, pero vivo».

 

 Chuang Tzu, Octavio Paz.

 

Chuan Tzu fue uno de los padres de la filosofía taoísta, junto a Lao Tse y LieTse, y es también el nombre de un libro que se le atribuye (aunque cuenta algunas historias en las que aparece él mismo, como esta) del que Octavio Paz hizo una selección para su versión libre de este clásico, al que llamó también Chuan Tzu.

Este inspirador relato tiene que ver, en mi opinión, con la sencillez como herramienta para mantener nuestra libertad y, con ella, nuestra autenticidad.

Si lo relacionamos con la visión general del taoísmo, el texto nos invita a despojarnos de sofisticaciones que nos impidan estar en nuestra propia esencia. Por ejemplo, podemos intentar adornarnos con nuestras ideas de cómo debemos ser (aquello que aceptamos y negamos de nosotros mismos), 

de cómo debemos comportarnos con los demás (nuestra imagen social), o adornarnos con opiniones y razonamientos elaborados sobre diferentes temas… 

En la medida en que esto nos impida ser naturales, estaremos perdiendo la libertad de ser nosotros mismos, con el consiguiente daño que eso produce: la pérdida de autenticidad y felicidad.

Chuang Tzu nos invita a perder el miedo a ser uno mismo, encaje o no con lo que cada uno desearía o con lo que la sociedad nos pide, a pesar de que lo que aparezca pueda parecernos tan feo como el lodo de la orilla de un río. La herramienta para ello es la sencillez, no querer aparentar nada, ni ante los demás ni ante nosotros mismos.

En el arte del tai chi es muy común que cuando terminamos una práctica intensa tengamos una sonrisa en la cara. En tai chi el movimiento debe ejecutarse de manera relajada, eliminando cada tensión; no se busca que el movimiento sea bonito, estético, sino que sea natural, sin artificio (aunque desde luego lo natural tiene una belleza muy profunda). Esto nos lleva a conectar corporal y mentalmente con nosotros mismos, sin pretender nada, produciendo una sensación de autenticidad y felicidad sin ninguna razón especial.

Este cuento nos señala que pretender ser aquello que no somos nos llevará a la muerte (metafóricamente), como la tortuga sagrada que es adorada por todos (en un precioso altar y adornada con un paño dorado pero muerta hace 3000 años), mientras que la sencillez de la tortuga que está en el lodo, sin ninguna ostentación, le permitirá ser naturalmente feliz.

 

Raúl Martínez

Asociación Wu Wei

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