El riesgo de las centrales nucleares

Miguel Manzanera valora el origen y la repercusión negativa de las centras nucleares en relación al Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA) 

La industria nuclear es una de  las más peligrosas y contaminantes de la era moderna. Consiste en aprovechar la energía liberada por la escisión de algunos átomos pesados, principalmente el isótopo uranio 235 y plutonio 238.  Si bien algunas aplicaciones médicas de la tecnología nuclear pueden resultar beneficiosas, sus principales productos son las armas de destrucción masiva y la producción de energía eléctrica en las centrales nucleares; ambas son complementarias y actividades de alto riesgo para el ser humano.

Las bombas nucleares fueron ensayadas en agosto de 1945, al final de la guerra mundial, contra dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagashaki, por las fuerzas armadas de los EE.UU. con resultados espeluznantes: murieron instantáneamente más de cien mil personas en cada ciudad, y a largo plazo muchas más sufrieron enfermedades como consecuencia de la contaminación radioactiva.  No menos terroríficos han sido los dos grandes accidentes de la industria nuclear pacífica –Chernobil en 1986 y Fukushima en 2011-, que constituyeron grandes catástrofes ambientales, obligando a la evacuación de las regiones afectadas.  

Esas son las causas para que los movimientos sociales se manifiesten en contra de la energía nuclear; por un lado, el movimiento pacifista se opone al uso militar, y por otro el ecologismo contra el uso de la energía nuclear con fines militares.  Por muy rentable que resulte la explotación de esos recursos, los riesgos incalculables de posibles accidentes anulan los beneficios que puedan obtenerse.  Por eso, desde los años 80 del siglo pasado se pide el cierre de todas las centrales nucleares, consiguiéndose algunas pequeñas victorias como el cierre de Valdecaballeros en nuestra región.  Pero todavía la industria eléctrica rechaza terminar definitivamente con esta tecnología, consiguiendo mantener el  permiso para su explotación.   

Recientemente el Consejo de Seguridad Nuclear ha aprobado la construcción de un ATI (Almacén Temporal Individual) en Almaraz, cerca de Navalmoral de la Mata, 

donde existe una central nuclear en funcionamiento desde 1981 en su Unidad I y 1983 en la Unidad II.  Pues además de los peligros de accidente, otro problema de las centrales es el almacenamiento de los residuos radioactivos, que tienen una duración de miles de millones de años.  

La instalación de ese almacén de residuos radioactivos permitiría alargar la vida de esa central nuclear 20 años o más.  La central lleva 25 años de funcionamiento y su construcción está ya amortizada por los beneficios obtenidos desde su instalación; en estos momentos, se calcula que las compañías eléctricas encargadas de su gestión, ganan un millón de euros diarios con su explotación. 

Ahora bien, por ser la central de Almaraz una instalación antigua, cada año que pasa aumenta el peligro de accidente; además de acumularse la contaminación radioactiva producida por el funcionamiento normal, con consecuencias en la población de la comarca a lo largo de dos décadas de funcionamiento.  Por eso, según los ecologistas, la central debe ser cerrada en los próximos años sin apelación.  Sólo en caso de existir un plan de cierre de Almaraz y todas las demás centrales, puede aceptarse la construcción del ATI allí o en cualquier otro sitio.

Como los portugueses también serían afectados por las consecuencias de un accidente en Almaraz, este año se ha constituido el MIA (Movimiento Ibérico Antinuclear) con participación de representantes de los dos Estados peninsulares.  Hace unos meses, el 11 de junio de 2016, se celebró una jornada de lucha en Cáceres para manifestar la oposición social contra el uso de la energía nuclear en la industria eléctrica española, con notable participación de ciudadanos y políticos de los dos países.

 

Miguel Manzanera Salavert

 

 

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