Y se apagó ...y ahora ¿qué?

El ingeniero Mario Martínez Bueso valora medidas y problemas sobre la regeneración de la Sierra de Gata tras el gran incendio que la ha devastado

Evidentemente, me refiero al incendio de Sierra de Gata. El más grave con diferencia de los últimos años por su amplitud (7.817 Ha), en primera valoración, alto valor medioambiental de la superficie recorrida por el fuego, afección a bienes humanos, desalojos, etc..

Un incendio que fue declarado desde casi sus inicios de nivel 2 (Nivel 2: referido a aquellos incendios en los que, a solicitud de la Dirección del Plan INFOEX, sean incorporados medios estatales extraordinarios, o puedan comportar situaciones de emergencia que deriven hacia supuestos en los que esté en juego el interés nacional) por la directiva del Plan INFOEX, fundamentalmente por la afección a poblaciones.

De igual forma, este incendio se recordará por la dificultad, dureza y peligrosidad en su extinción. Fundamentalmente por los fuertes vientos cambiantes, topografía abrupta, modelos de combustibles afectados, esto es, la estructura de la vegetación, continuidad vertical y horizontal del combustible disponible y su carga, toneladas de materia seca, afección a bienes humanos (cortijos, naves, ganados, etc) y poblaciones, lo cual, esto ultimo en especial, dificulta enormemente la extinción ya que al ser estos objetivos prioritarios, la atención al devenir del fuego queda desatendido. Con todo, cabe decir también, y homenajear, a todos los retenes y medios destacados allí, por supuesto que se habrán cometido errores en la extinción, en un incendio de tales dimensiones es imposible no hacerlo, pero puedo decir, ya que conozco personalmente a compañeros que estuvieron allí, que el personal dio todo de sí y más. Tres días largos de extinción activa, con sus días y noches y aún con turnos, es absolutamente agotador e incluso se llegaron a situaciones verdaderamente comprometidas, especialmente para los medios aéreos.

Así las cosas, la superficie afectada, en primeras valoraciones son 7.817 Ha repartidas entre 3.958 Ha de matorral, pino (1.850 ha), rebollo (1.395 Ha), alcornoque (272 Ha) y 118 Ha correspondientes a castaños y especies de riberas (saucedas, olmos, alisos, etc..). De esta superficie, 1.356 Ha corresponden a montes públicos o bajo gestión pública (convenios, consorcios, etc..) y el resto, 6.460 Ha de montes privados.

Y tras todo esto, una vez concluida la extinción y liquidación del incendio queda ponerse a trabajar intensamente para que los daños sean, en lo posible, minimizados, así aparecen nuestros políticos, supongo que bien intencionados, a la par que electoralistas (cómo no), a reunirse, prometer soluciones y presupuestos, ... Pero como siempre, o al menos, habitualmente, el asunto en estos casos, pasa por, muy básicamente, resolver algunas cuestiones, en este caso, repito, básicamente dos cuestiones, y a una de ellas se viene llegando sistemáticamente tarde, por la propia lentitud de la Administración, y a la otra, al político no le interesa (visión cortoplacista habitual en nuestra clase política - 4 años -  incompatible con las necesidades de lo forestal).

Lo primero a realizar según la experiencia, la literatura científica y el saber acumulado es proteger el suelo de la erosión para evitar que éste, como capital más sensible y con menor capacidad de recuperación se pierda y, por otra parte y a la vez, evitar la contaminación de las aguas superficiales (cenizas) y colmatación de ríos y embalses, lo cual, podría devenir en un problema de salubridad y desabastecimiento de agua grave. De esta forma, conviene hacer pequeños diques y fajinas (rollos trenzados y anclados al suelo de material vegetal dispuestos en curvas de nivel) aprovechando el material quemado que contenga e impida los arrastres de suelo.

Por otra parte, debemos confiar en la naturaleza, en la capacidad de regeneración de nuestras especies mediterráneas evolucionadas para soportar esta perturbación, tener paciencia y fundamental e importantísimo, actuar solo donde sea necesario

favoreciéndola, recordemos lineas arriba las especies afectadas que, o bien por su capacidad de rebrote (Quercus sp, castaños, etc) o semillado tras incendios (piñas serotoninas para el P.pinaster), banco de semillas para jaras y brotación de brezos, etc. tienen una alta capacidad de regeneración. Por ello, no conviene la intervención rápida y poco meditada. Sería suficiente con la corta de pinos todavía vivos pero afectados por el fuego de forma que su viabilidad se observe claramente incierta para evitar plagas (perforadores) dejando los arboles totalmente calcinados sin cortar para evitar el tránsito de maquinaria y para que estos protejan el suelo.

En cuanto a especies de frondosas, con capacidad de brotación, habrá que observar aquellas que estén iniciando la brotación, cortándolas para de esta forma sea está lo más vigorosa posible. Y hecho esto, esperar al año o al segundo año siguiente, incluso, y actuar de nuevo pero solo en aquellas zonas, mediante repoblación o siembra, que no hayan podido regenerarse naturalmente. Todos estos trabajos deberían estar terminados al inicio o mediados de otoño y he aquí uno de los principales problemas. La administración tiene sus tiempos, leyes que cumplir, fundamentalmente  (entre otras, claro) la Ley de Contratos Públicos (BOE núm. 276 de 16 de Noviembre de 2011 ) y la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Publicas y del Procedimiento Administrativo Común (BOE núm. 285 de 27 de Noviembre de 1992), por todo ello, debe exigirse el carácter de urgencia y buscar todas las combinaciones presupuestarias y legalmente posibles para poder realizar los trabajos debidamente y en tiempo.

El otro problema fundamental, en líneas anteriormente mencionado es la planificación a largo plazo. En España y especialmente en Extremadura es inexistente, o anecdótica. Todo lo forestal adolece de falta de planificación y no se tienen respuestas a largo plazo: ¿Que queremos que sea forestalmente la Sierra de Gata? ¿Cuáles son las especies a promocionar o eliminar?. ¿Qué estructuras queremos, bosques monoespecíficos, pluriespecíficos, orientados a ciertas producciones usos a promover, etc..?. ¿Cómo la población participará de todo ello?. ¿Cómo se van a organizar y gestionar los montes para que sean más resistentes a los fuegos?

Son preguntas que necesitan una respuesta, una planificación (p.ej. Plan de Ordenación de Recursos Forestales, PORF) con unos presupuestos asociados y una participación técnica y social muy intensa para que pueda ser posible.

Otro fenómeno que quiero comentar y al que hay que prestarle máxima atención y que puede ser muy pero que muy pernicioso es (por decirlo de alguna manera) el ciclo fuego-trabajo que se puede generar. Tras un incendio, se genera un importante flujo de trabajo e inversión, y después de ello, queda esperar un largo periodo de tiempo donde, habitualmente, no se promueve inversión o actividad alguna hasta que este monte madure mínimamente y de nuevo genere jornales e interés económico. Como solución a esto se recurre de nuevo al fuego, generando nuevas rentas y actividad creándose así un ciclo de fuegos con periodicidad muy corta, donde se pierde la natural capacidad de regeneración del monte, el suelo y en definitiva, arruinando la comarca definitivamente.

En fin. Esperemos un otoño de fina y abundante lluvia, agilidad administrativa suficiente, un poco de presupuesto y sensatez y en pocos años, seguro, la Sierra de Gata lucirá de nuevo verde en toda su extensión.

 

 

Mario Martínez Bueso

 Fuente foto: eldiario.es

 

 

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