Breve reseña sobre el origen y evolución de nuestras dehesas. (1ª parte)

El ingeniero Mario Martínez Bueso nos ofrece desde un planteamiento histórico y evolutivo el desarrollo  de nuestra actual dehesa 

Conviene antes de comenzar esta muy breve reseña definir con precisión el concepto de dehesa que, en su acepción actual (siendo ésta, por otra parte, muy moderna - segunda mitad del S. XIX-) podríamos definir como: sistema de explotación ganadero y/o cinegético de carácter multifuncional y extensivo en que al menos el 50% de la superficie está ocupado por pastizal con arbolado adulto disperso productor de bellotas y con una fracción de cabida cubierta entre el 5 y el 60%.[1] El origen etimológico e histórico es muy diferente a este concepto moderno que hoy tenemos, así dehesa proviene del termino defessa; defender, cercar, y correspondía a aquel terreno con un régimen jurídico diferente al resto donde se reservaban, defendían y regulaban el uso de los pastos de forma diferente al resto del territorio.

Los espacios adehesados de tipo sabanoide[2] probablemente existen desde el neolítico pero en este tiempo no existe una gestión del espacio. Sencillamente, a través del fuego, se abren predios para el cultivo agrícola y la mejora de los pastos destinada a los ganados y fauna cinegética. Los estudios antracológicos y los registros polínicos en los distintos yacimientos del suroeste[3] de la península nos hablan de un aumento en los pólenes de jaras, encinas, etc.. siempre especies adaptadas o favorecidas por el fuego, pero resulta difícil sostener que ya existían las dehesas o discernir, de igual forma, la tipología de las masas. Tras ello, los Romanos, a su llegada, intensificaron la agricultura en aquellas zonas productivas y en las zonas marginales establecieron grandes latifundios, puede ser aquí el germen iniciático de las dehesas, no lo sabemos. En el Fuero Juzgo Visigótico (Liber Iudiciorum) que, recordemos, en buena parte proviene o deriva del derecho romano, ratificado por Recesvinto en el año 654, aparece documentalmente los primeros predios defeçados, siendo los prados de siega reservados.

Es, realmente, con el avance de la reconquista, donde puede establecerse con cierta seguridad, el origen de las dehesas, y ello, en dos sentidos, primeramente, en este tiempo, se irán estableciendo dehesas para asegurar los mejores pastos a los ganados asociados a la guerra, así se establecía, por ejemplo, en el Fuero de Plasencia: que la defensa del conceio dela çibdat todo tiempo sea defesada de todo ganado et de bestia, fueras de cauallo, et mula, et asno,.. Y tras ello, por siglos, como evolución de lo anterior, se generan espacios defesados para el sustento del ganado de trabajo de la población (dehesas boyales) o incluso para carnes, donde se establecían ganados enfermos o viejos, temporalmente, antes de su consumo.

Paralelamente a lo anterior debe comprenderse y no minusvalorarse, por ser espacios donde la influencia antrópica es secular, la selección que el hombre realiza sobre aquellas especies que le son más útiles, en este caso, del genero Quercus y especialmente, la encina (bellotas, leñas, etc) o que, de igual forma, tienen mayor adaptación a las perturbaciones provocadas por el mismo (capacidad de resistencia y brotación de la encina y alcornoque muy superior a otras especies que cohabitaban con ellas), e incluso existe documentación donde se observa esa selección dirigida hacia no solo la especie, si no ha aquellos pies más fruteros, de nuevo se observa en el Fuero de Plasencia:..por talar árbol ageno que leuare fructo establecia pensas seis veces supeirores a por árbol que non leuare fruto[4]

En realidad existieron hechos paralelos, en un mismo tiempo, que generaron dehesas. Tras la reconquista del suroeste la repoblación bajo el Duero resulto difícil y, por otra parte, los pastores serranos conocían perfectamente las bondades climatológicas y productivas de los extremos



[1] Libro Verde de la Dehesa.

[2] Steveson&Harrison, 1992;Joffre et al..,2004

[3] Lopez Sáez et. Al.2007

[4] Benavides, 1896

 

acuciados además por la activación del mercado de la lana y, por otra parte, el ganado, en tiempos de crisis fronterizas, tiempos de rafias, intrusiones a uno y otro lado de la frontera, eran fáciles de trasladar en un terreno no consolidado.

De igual forma, a su vez, la reconquista generó inmensas bolsas de tierra infrautilizada por la escasez de colonos otorgadas a las Órdenes Religiosas, Militares, Concejos, etc. Así, por una parte, se promueve en los concejos que todo aquel que tenga posibilidad, entre los particulares, de hacer dehesas en determinados terrenos, la hagan, véase el referido Fuero de Plasencia, donde se dice Todo omme que en aldea fiziere defesa, fagala, a uso della aldea et si non uala. Et todo omme que defesa fiziere enfrontera del exido o de carrera fagal ualadar aderredor, si non lo fiziere non coia delos dannadores pecho. O las Ordenanzas de Badajoz, más modernas, S.XIV, donde se dice: No pudiendo, por la pobreza del corto Vecindario, reducir a cultivo, con el beneficio de la labor, los heredamientos concedidos, se permitió a los poseedores libertad de adehesarlos, y arrendarlos para el aprovechamiento de Ganados propios y agenos, que es el origen y principio de las Dehessas.

De esta forma, por una parte, se promovió intensamente el adehesamiento de muchos montes por los ganaderos locales que empezaban a cobrar importancia y, por otra, los grandes, si no inmensos propietarios (Órdenes y demás) vista la gran pujanza y necesidad que cobran los ganados transhumantes hizo o promovió que se adehesaran miles de hectáreas para el arrendamiento de pastos de invierno. Además de lo anterior, y ahondando en ello, los ganaderos serranos, muy interesados, así como los grandes propietarios, que deberían ser muy influyentes en aquel tiempo, obtuvieron el favor de la corona, concretándose en el año 1273 por el Rey Alfonso X con la creación del Honrado Concejo de la Mesta, dándole privilegios amplios y necesarios para el transito ganadero a través del reino.

Esta fórmula derivada de unas circunstancias que en resumen eran una lenta repoblación, el importante ingreso económico que generaba el arrendamiento de pastos para los concejos e influyentes órdenes y la falta de aptitud agroclimática de las tierras donde se asentaban hizo que gran parte de nuestros montes se adehesaran y que el latifundio se consolidara como forma de explotación.

A la par de todo ello, pronto comenzarían las disputas y pleitos entre las dehesas boyales o de otro tipo de que daban servicio a la población local, así como los agricultores y ganaderos locales, con la Mesta. Ya en Ciudad Rodrigo denunciaba, siendo un problema generalizado, quejándose al Rey en el año 1255 las incursiones de ganado foráneo y transhumante en sus dehesas: omnes de ordenes e de villas que vos destruen un pinar e un encinar e un rovredo de vuestra villa que son acotados con las posadas de los ganados, que de fazer pasando por hy, a que fazen possadas que non deven a fazer.[1]

Estas disputas siguen en el tiempo intensificándose al final del S.XV y a lo largo de todo el XVI, especialmente en las dehesas concejiles por el aumento demográfico y la carestía de tierras de pan. En 1556 el Rey Felipe II ordena se remedie, situación que empeora en 1557[2]. Por otra parte, a lo anterior, se quejan los mesteños al monarca de las continuas roturaciones de dehesas donde pastan y en 1580, se promulga una prohibición de rompimiento de dehesas a favor de la Mesta. En respuesta a ello, se envían suplicas por parte de ciudades importantes como Mérida, Cáceres, Plasencia, Trujillo, etc. alegando que sobran tierras de pastos y faltan las de pan, rogando, así, se suspenda tal prohibición. Esta fricción, que será continua en el tiempo, derivara en pleitos y tensiones, siendo el principal perjudicado el árbol.             (Continuará…)

 

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